Huele a que han fumigado las calles y la gente sale a pasear pues el veneno atrae al veneno. Ahí se les caigan los ojos a todos. Que los ciegos escuchan mejor. Que aprendan a oír el cantar del pájaro y a oler el tabaco y el vómito en la ropa de sus hijos. Que los ciegos tienen mejor olfato.
Mójales la cara, cielo, mójales.
Despiértales del sueño americano, que esto es España. Que aquí hay poetas enterrados en fosas comunes, poetas con huesos mezclados con otros huesos y al poeta le da igual—porque la costilla del prójimo es su costilla—pero a nosotros debería importarnos; como cuando queman árboles y linces para construir palacios, como cuando en esos palacios viven toreros que comen del matar.
Torito, ¡ay!, torito bravo, benditas sean tus pezuñas descalzas y puras
como las de un niño muerto recién nacido.
¡Ay!
Huele a que han fumigado las calles y la gente sale a pasear pues el veneno atrae al veneno.