Soluciones anónimas.




Hoy es uno de esos días en los que, estar sola, pasa a ser directamente proporcional a las ganas de tenerte entre mis piernas.

Quizá suene vulgar, puede ser que hasta lo sea, pero ¿Qué más dará? Después de todo, hace mucho que admití que las cuerdas que me ataban al título de señorita se quebraron aquella tarde en la que acepté ese cortado de un hombre que me conquistó con su don de oportunismo. Sí. De esos que saben aparecer en el preciso momento, amarrándo sus manos a mis caderas; cual salvavidas, impidiendo que me hunda en mi mar de pena..

Él fue así. Y no sé si de mi le gustaron mis piernas, sonrisa o el rimmel corrido, pero lo cierto es que su manera de mirarme daba por hecho que se moría por conocer esos dos hoyuelos que descubrió al final de mi espalda.. Lo cual yo, confesando, le puse bien fácil. O la situación le ayudó, no le tengo muy claro. Pero imaginad un combo de susurros en francés bajo la tenue luz de una terraza catalana. Imaginad una conversación sobre arte, política y sexo. Imaginad olor a tabaco y.. Joder, sus manos.

Mi carácter detallista, muchas veces, me mete en líos de sábanas de los que salir se convierte en otra aventura que me dedico a contaros. Y, pues, aquí me traicionaron sus manos; eran grandes, usadas, y el tono moreno de su piel bajo la escasa luz de aquel rincón crearon una sinestesia en mi que trajo a mi boca el amargo sabor del chocolate. 90% de pureza que, seguramente, sabía trazar las líneas más rectas sobre lienzos cóncavos, pintando minuciosamente escalofríos sobre mi espalda desnuda..
El vestido que estrené aquella noche me ayudaba a percibir las intenciones de aquel par que, avariciosamente, quería manufracturar mis ganas de olvidar y convertirlas en lo que vulgarmente llaman orgasmos, pero yo defino como 'banda sonora de soluciones que son enunciados de un nuevo problema'. Sí. Porque así es mi forma de complicar las cosas sencillas; el sexo, y todas sus melodías son datos de una reacción que explotará en contacto con el catalizador; los sentimientos, y estos a su vez volverán a atiborrarme el corazón de esperanzas que acabarán por causarme otro arrebato de ganas de ver 'Lo que el viento se llevó' mientras el helado de stracciatella me congela las lágrimas.. Fín. Nunca he pensado en las consecuencias y esa noche no iba a ser la primera vez, así que me dediqué a olvidarme también de que sentir era mi quehacer favorito, centrándome en cómo sus labios me invitaban a compartir hotel. Proposición de la cual negarme fue fácil; no dejarme convencer, no tanto..

No me equiovoqué cuando supuse que sus manos sabían perfectamente qué esquinas de mi piel difuminar con sus dedos, pero me pilló desprevenida su capacidad de ruborizarme con las acuarelas de su lengua.
Supo cómo borrar los restos de lágrimas mezcladas con rimmel sin mancharme el corazón, además de combinar a la perfección sus dientes con mi clavícula..

Cupe en sus manos cual pincel, con el que escribió sobre las blancas sábanas la respuesta que vine buscando por las calles de la Ciudad Condal: Los pequeños detalles son el engranaje de nuestras vidas. Y aún que lo neguemos, nunca está de más dejarse llevar y esculpir en una noche el recuerdo que, con su sombra, oculte los motivos que nos hicieron buscar una forma de perdernos, y encontrar en manos ajenas algo que siempre nos perteneció; las ganas de continuar equivocándonos.