Mujeres, y otras drogas.



Nunca me ha gustado llegar tarde, y menos me gusta aún que me obliguen a ello. Y sí, hoy es cuando lo han hecho, robándome con ese maravilloso acto todas mis ganas de sonreír a este camarero que, a pesar del olor a café recién hecho y tabaco, emana unas ganas de no dejar de mirarme que percibo sin esfuerzo alguno, quizá por estos reflejos míos o también porque el pobre ya no sabe qué hacer para atenderme él, ya que supongo que esta mesita de la esquina no está a su servicio.
Es gracioso, y no me llaméis egocéntrica por darme cuenta de detalles como estos ya que, simplemente, el hecho de gustarle a un hombre solo me hace aprender a identificar más y más ese comportamiento superficial tan humano; le gustan mis piernas falsamente alargadas por estos catorce centímetros. Puede que también mi vestido, especialmente entallado para enmarcar mi cintura y con el escote justo para que el poco pecho que luzco pueda atraer más 'vistazos' que el rojo carmín que encuadra mi fingida sonrisa.

¿Veis? Es fácil. 

Las estrategias de una mujer para conocer a las personas se basa en los hombres, ya que a nosotras mismas ya nos conocemos y entre una y otra las diferencias solo pueden residir en la inteligencia, siendo esa la que desata personalidades opuestas en el género femenino, resumiendo nuestro 'complejo' mundo en dos grupos: 'Mujeres' y 'Señoritas'.

Las primeras se caracterizan no por tener claras dónde tienen las tetas y dónde es que terminan sus piernas, qué va; las mujeres saben que más allá de las curvas puede haber un punto ciego que les hará tomar decisiones internas, de sangre fría. Decisiones que pueden provocar el caos o pueden, simplemente, ahorrarle esa uña rota; y con ella, una carrera en las medias; y con esa, una cita fracasada; y con dicho fracaso evitado, borrar de su destino todas aquellas sensaciones que la harán replantear, adivinar, dudar y finalmente llegar a otras muchas malas decisiones por tener la cabeza en el 'qué hubiese pasado si..'.
Sintetizando: Las mujeres saben qué siete cosas pueden pasar antes de que pasen. Y os lo puedo demostrar: El camarero que antes os he presentado no tendrá más años que los míos, los cuales no son muchos, pero sé que mi aspecto hoy puede sumarme un par de primaveras más de las que tengo. El caso, es que él no sabe lo nulas que son sus posibilidades, porque no se ha parado a pensarlas; este chico solo ve lo que en el momento le alegra la vista, sin pararse a divagar sobre los disgustos que se puede llevar si arriesga con algo más amplio que su sonrisa, esa que luce sin cesar mostrándome en panorámico sus amplios dientes.

De esta sencilla situación desarrollada en un tímido bar de esquina pueden descarrilar hasta siete distintos actos.

El primero es el más obvio, y el que ya os adelanto que pasará: Él no hará nada. Sonreír mucho y todo el rato, eso sí, pero no hará nada por conseguir un mínimo contacto conmigo, ya sea por tímidez o porque el encargado no ha mostrado interés en cederle mi mesita y dejar que él tuviese el honor de servirme mi bombón.
No hará nada porque no piensa que, al oír mi '¡Hasta otra!' y el ruido de la puerta al cerrarse trás de mi, su pequeña cabecita le susurrará '¿Volverá?, ¿Cuándo?, ¿Por qué no te has despedido?, eres idiota..', y volverá a servir cafés y napolitanas sin pensar en lo que hace, si no en lo que no hizo.

La segunda posibilidad parte de la seguridad en uno mismo; él sabe que tiene una sonrisa bonita, y no ve nada mal sus bíceps —aún sin desarrollar— cuando se levanta a las siete de la mañana y posa ante el espejo del cuarto de baño mientras se cepilla sus amplios dientes. Piensa que la pajarita que les hace llevar el jefe le da ese toque 'sexy' que tantas veces ha visto en su película favorita, y desde luego cree que invitarme al café que me estoy tomando hará que, al salir, haya dejado mi número escrito sobre una de esas servilletas de 'Gracias por su visita'.

Mi tercera suposición abarca la torpeza y esperanza que empuja a uno a no pensar en lo que pueda pasar y a dar los pasos que él piensa necesarios para tener un acercamiento con la servidora. Éste, da la casualidad de que puede describirse como una mezcla de la actitud del primer y segundo acto: Su esperanza de éxito le confunde dejando las probabilidades de fracaso y victoria en un fifty-fifty; no piensa en qué puede pasar, y opta por esas típicas tácticas de 'Oh, ¿No nos conocemos de algo?' o aquello de 'Perdona, voy a lipiarte la mesa' aún estando esta bastante en condiciones..
El caso es que dado a esas muletillas y gracias a mi educación —la que no me permitiría hacer otra cosa que dar cuerda a esa efímera conversación que se hubiese desencadenado a raíz de eso— el chico en cuestión ya habría olvidado los pasos intermediarios que antes había trazado en su ambicioso plan; lanzándose de cabeza a una piscina vacía y dándose ese golpe que hará retumbrar en su cabeza la negativa seguida, obviamente, de una adecuada sonrisa de compasión de mi parte.
Trás eso último, la paralela antes mencionada se traza con el primer acto; volviendo a los remordimientos posteriores a mi '¡Hasta otra!', que en su totalidad consistirían de esos 'eres un necio.., ¿Qué coño acabo de hacer?' y demás, lo cual le volverá a hundir en la rutina de preparar café y calentar napolitanas pensando en lo ridículo que ha resultado su papel.

Y así de la sencillez parte lo complejo, y eso último es lo que distingue al primer grupo femenino y a las 'Señoritas', antes mencionadas.
Las 'Mujeres' saben qué hacen, qué harán, qué no hacen, y qué es lo que rotundamente no harían nunca. Y como lo saben de si mismas, también lo aplican al resto de personas que rodean su momento, consciente o inconscientemente, analizando así la aceleración de tiempo correcta que les hará no descarrilar, a pesar de esas curvas con puntos ciegos, y tomar de paso la actitud y opción correcta que las librará de todo aquello que pueda, en un futuro (lejano o próximo) arruinarles el rimmel.

Pero dejando atrás esas mentes retorcidamente maravillosas, damos paso a ese segundo grupo que antes os he mencionado: Las 'Señoritas' que, en su defecto o virtud, son féminas mucho más sencillas. Tanto que hasta ejemplificar su comportamiento me resulta, más que complicado, anecdótico.
Antes de nada, cabe mencionar que aquí la mente no juega un gran papel y por ello leer esta parte será algo similar a aquellos chistes de Lepe; continuas situaciones con solución banal, típicos tópicos y muchas risas para disimular que no hay mínima idea de si lo que acaban de dirigir a una de ellas es un cumplido o algo por lo que deba hacer sonar un indignado '¡Já!' e irse a casa en taxi para ver 'El Diario de Bridget Jones' mientras el helado y la mejor de las amistades cura la pena pronunciando un sonoro '¡Qué cabrón!' al otro lado de la línea.
Estas 'Señoritas' tan peculiares no son necesariamente pertenecientes a la famosa 'Edad del Pavo', ni mucho menos. El amplio grupo puede abarcar extensas franjas de edad, ya que no es tan cierto eso que muchos dicen sobre que 'la edad es experiencia', al menos dentro del género femenino.

Aquí, todo se basa, simplificando, en las veces que se les ha roto un tacón; si el zapato era caro y la desgracia ocurrió a principio de la noche, todo es un tremendo '¡OH MY GOD!' —aunque no sepan como se pronuncia.— Exclamando eso, quiero decir que el descontento que les provoca el altercado terrorista del adoquín callejero es tan inmenso que pasa a ser digno de llamarse 'experiencia' y ser usado en tu contra transformado en un sentido 'Después de todo lo que he pasado, sigo en pie'.
Trás esta desgracia, también preceden otras tantas muestras de 'madurez' como 'Él es mío para siempre, te lo digo porque noto como me trata', 'Yo nunca he pedido una cita a un hombre', 'Después de los cuarenta el rosa rejuvenece' o el clásico 'Yo soy una señorita y no hay cabida para el sexo hasta que me demuestre X cosas'.

Eso último lo enmarcaría, pero creo que sería muy cruel tirar la piedra a mi propio tejado, así que sigamos.

Las 'Señoritas', no hay que negarlo, son prácticas. Y con 'prácticas' me refiero a sencillas. Esto se refleja en un pilar clave de su mentalidad: El hombre. Su gusto por el género masculino no resulta tan variado como lo puedan preferir las 'Mujeres', pues nuestras protagonistas buscan un hombre perfecto, con lo cual lo buscan todo y nada.
Me explico: El afán de meter todas las cosas que nos gustan en un mismo saco siempre ha acabado dejándonos sin nada, y con ese saco sobre la cabeza, para no ver la que hemos armado.
Y así está la cosa en su mundo: Coleccionan chascos y riegan con sus lágrimas masoquistas la reputación de la mente femenina ante los hombres, dando pie a una generalización que refleja nuestro sexo como el débil, el cual necesita un par de brazos, ojos y un codiciado cerebro masculino para dejar de pulular y cegar la mirada ante los defectos de su amado, creando así la imagen perfecta bajo la cual se refugian e intentan no dar más pasos, por el miedo de volver a romprerse el tacón.

...

En fin, sigue habiendo un largo etcétera que destacar tanto sobre las 'Mujeres' como sobre estas últimas 'Señoritas', pero no será hoy cuando yo me decante con esa actividad, pues mi enfado interior crea en mi un repentino arrebato que hace tomarme el último dulce sorbo del bombón que me quedaba, dejarlo pagado con la correspondiente propina y salir por esa puerta entreabierta, dejando trás de mi el ruido sonoro de los tacones y el '¡Hasta otra!', acompañado junto a una sonrisa, expresamente dirigida en agradecimiento a ese camarero de panorámica expresión por haber resultado ser, sin siquiera sospecharlo, mi pequeño protagonista esta tarde.
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Quizá trabajar hasta estas horas me rompa, y todo eso se junte con el concierto que me acabo de perder más los abrazos que necesito y no tengo. Quizá mi retorcida mente esté cansada de estos análisis plasmados en las amarillas notas del iPhone y mi persona solo necesite no pensar en nada. Quizá todo eso y más, no sé. Pero lo que sí tengo más que claro es que no tener sexo me hace pensar, y eso me cansa y me llena de ganas de él, para volver a olvidarme de todo.