Recapitulación, con la mente fría y el corazón tiritando.

Supongo que tardes como hoy son las que necesita una persona como yo para sentirse completa.

Ahora mismo me hallo tirada en el sofá de mi cuarto, desnuda, porque la chimenea hace bien su función y el agua caliente de la ducha me ha dejado con ganas de frío. Irónico, ¿No crees? Después de las muchas veces que he estado quejándome, llamándote de madrugada, para que dejaras de mimar tus sábanas y te pasaras por mi casa porque la soledad me estaba dejando helados los pies. Hoy pasa todo lo contrario. Tú calor ha empezado a agobiarme y tu espalda ya me estaba pareciendo demasiado incómoda como para seguir siendo mi almohada. En tu pecho dejé de caber y tus manos ya no eran de seda, o mi piel les hacía demasiado contraste. No lo sé, no recuerdo muy bien cuál es que fue la razón por la que dejé de tenerte por antojo cada tres de la mañana, ni por qué decidiste tú empezar a buscarme, cuando antes era yo la que tenía que ofrecer recompensa para que, al menos, me prestaras atención.

Las cosas cambian, evolucionan y, la mayoría de las veces, se van a la mierda. Esta es una de esas veces, ¿No lo hueles? Aquí ya se perdió la esencia del mar, de tu colonia y hasta del sexo. Todo esto nuestro y lo que nos rodea hace un tiempo que empezó a impregnarse del hedor de la naftalina, el polvo y el nostálgico tabaco;
te fumabas tus cigarros manchados con otro tono de carmín que no era el mio y me exhalabas en humo en cara, como si fuese yo la llama que te obligaba a consumir a esas zorras y a hacerlas parte de tus vicios.

Sé que quizá esto te esté sabiendo a lamento, mezclado con una pizca de rencor y con muchas cosas.. dolorosas. Sí, es probable, posible y hasta casi seguro que por dentro me desgarre la pena por ver como hemos acabado algo que solo acababa de empezar. Rápido, pero intenso. Lleno de vicios, arrebatos y situaciones morbosas, pero.. ¿De qué nos ha servido eso? La felicidad fue precoz y no se molestó a quedarse mucho más tiempo entre nuestras manos, yéndose y dejando sólo esa mancha blanca en el recuerdo, como evidencia de lo que un día fuimos, pero no más allá...

En fin, estoy divagando. Y la culpa clara es de este vaso ya medio vacío y el Jack. Maldito, siempre haciendo la mezcla perfecta con mis lágrimas, ahogando penas en este sabor amargo de la verdad; junto a la lluvia, y sus gotas que, al menos, se dedican a algo más que calar el frío entre mis huesos;convirtiendo en barro lo que un día me pareció una fortaleza hecha a mi medida.

 Por otra parte, y fuera de este cúmulo de tristezas, está esta pequeña bolita gris, que indaga en mi cuarto haciendo sonar sus uñas contra mi parquet, apareciendo sólo cuando huele a que algo en mi tirita de frío y miedo. Ronronea, y se acurruca en mis rodillas clavando las uñas de sus patas delanteras atravesando mi albornoz, como diciendo 'esto sí duele, y no por lo que lloras, estúpida.' Él es así. El amor peludo de mi vida, y el único ser de género masculino que siempre se ha dedicado a quererme incondicionalmente, con mis miles de cambios de humor, mi cuarto desordenado y mis cajones abiertos, en los cuales hasta se suele meter a dormir entre mi vestido rojo favorito y la camisa que te dejaste en mi casa la última noche, esa que decidí que ya estaba más que harta de ser la 'pequeña' que cada mañana amanecía sola bajo tus sábanas porque tú te me escapabas con la excusa del trabajo, para perderte siete días y volver después, sin importar si he salido de la cama durante tu ausencia, o es que me he dedicado a abrazar la almohada e inhalar tu olor, cual anestesia, para perder la noción del tiempo y no acordarme de que, una vez más, estoy en el sofá de mi cuarto, desnuda y sola.