Excusas saladas.

Admite que te gustaba el verano sólo por tu infinita obsesión hacia el brillo de mi pelo.

Cada Viernes insistías en perdernos por las costas subidos al viejo Cadillac de mi padre. Lo descapotabas, a pesar de saber que mis rizos se pelearían con la ráfaga que creabas al acelerar, o a lo mejor era lo que en realidad pretendías: Enredarme el pelo y las ideas para después tener una buena excusa para colarte en ese hueco que queda detrás de la oreja y hacerme cosquillas con tus susurros, sabiendo lo mucho que me gusta, usándolo, a su vez, como otra excusa para desenredarme el pelo con tus dedos, sin que siquiera notara los tirones de los nudos.


Todo era demasiado, demasiada excusa. Tanta que hasta yo misma empecé a crear excusas para no ver las que tú me proponías.
He de admitir que en esa época bebía vientos y mares por ti; hasta era capaz de devorar montañas si es que tú me lo pedías. Era joven, sí, y tú muy guapo. Y el verano hacía con mi mente y corazón lo que quería; un día despertaba con ganas de llorar y echar todos los suspiros por la borda y, en cambio, otras mañanas (sobre todo las de los Viernes) despertaba con sed de viento, con ganas de ti. En cuanto a tu parecer, supongo que suponías que no eras más que un capricho de la adolescencia y que olvidarte sería tan sencillo como desenredar los nudos de mi pelo, esos que creabas por amor al arte con tan sólo pisar el acelerador.

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Leer mi viejo diario a las tres de la mañana es una de las cosas que digo que no debería hacer, pero que sigo haciendo. Recordar, llorar y perdonar. ¿Quién nos obliga a ello? El tiempo quizá tenga parte de la culpa, pero no se la otorguemos toda cuando somos nosotros quienes, sobre todo durante esas noches de verano acompañadas de la banda sonora original del 'cricricri.mp3', nos ponemos a divagar sobre el hecho de que mañana sea Viernes y el Cadillac amarillo que hay aparcado debajo de la ventana seguirá ahí parado, y sin descapotar.

Mal uso de una reliquia, y si es cuestión de confesar, me he sacado el carnet a conciencia para conducirlo y sentir ese viento colándose por mis cinco sentidos. ¿Masoquismo? Bien, admito que soy una cobarde atada al pasado y enamorada del tiempo; me encanta este viejo coche porque es parte de mi pasado, y me dispongo a gastar el depósito recorriendo las costas hasta llegar a mi zona favorita de la playa, sin gente, sin coches.. Sólo olas, gaviotas y ese olor a sal y algas que parece que se cuele en mis pulmones para drogarme y proporcionarme esa paz húmeda que antes sólo alcanzaba con besarte. 
Aparco, y lo primero que hago es sentarme en esas rocas que solíamos conquistar cada Viernes, asegurándome de estar lo suficientemente cerca cuando la ola rompa y sus gotas de alivio salpiquen y dejen sus huellas en mi falda. Divago, deliro.. y cierro los ojos con la intención de abrir el alma e instantáneamente, sin que haya nadie fumando a mi lado, me llega ese olor a tabaco de la nada y me entra el mono de abrazarte, pedirte que vuelvas y olvidarme de todo...
En pocas palabras: Volvemos a la nostalgia y, aunque suene repetitivo, es parte de mi vida diaria; si hay que organizar las 24 hrs. del día me adjudico catorce de ellas para las lágrimas, las sonrisas idiotas y los arrebatos del recuerdo. Caóticamente cierto y, pudiendo parecer contradictorio, las sensaciones que me trae tu 'no olvido' me resultan utópicas; me duelen, me desgarran.. Pero aún así creo que ya no podría vivir sin ellas. Si, porque estoy acostumbrada a sufrir. Suena realmente feo y, joder, está claro que nadie nunca jamás debería acostumbrarse al dolor, pero yo soy de las que se miente y vuelve, Viernes tras Viernes, a la misma playa desierta para recordar la buena combinación que hacen los Marlboro con el olor a sal.
...

Todo es bonito mientras dura, o eso dicen, porque mi pelo sigue brillando y enredándose igual aunque ahora tú no seas el que acelere mi Cadillac amarillo.
Después de unos años y miles de duchas frías he llegado a la conclusión.. Pero, ¿Qué digo de 'conclusión'? He llegado a la realidad de que puedo vivir cada Viernes como si fuese el último, enredarme el pelo, hablar con la mar y emborracharme a base de vientos sin que tú seas la excusa 'perfecta' para ello. Puedo darle al acelerador hasta que el motor me diga basta y notar como el viento me susurra colándose detrás de mi oreja.. Puedo quererte sin que tú me quieras, y hasta perderme sin ti, para encontrarme a mi misma. 

_Lo esencial es encontrar la excusa adecuada para olvidarte.