Cafeína, y las reflexiones mientras ésta.



- Un cortado, por favor. 

Llegar a tu bar favorito, empapada por la que está cayendo fuera. Sin quejarte, porque al menos ella te abraza, y hasta parece que te bese cuando cae fría sobre tus labios. Discreta, como siempre, ocultando las lágrimas a los demás, mezclándolas con sus palabras de alivio en formato H2O.
Fuera bufanda, los ojos escuecen por ese rimmel que se ha dedicado a fundirse entre la sal y la tormenta, pero aún así puedes ver que tu lugar favorito de la barra está ocupado por ese que se dedica a seducir a la camarera con su ojos verdes. Resoplo, estrés. En fin, ficho la butaca que da la espalda a esa máquina de tabaco que no me sirve para nada más que expender recuerdos, y sin pagar. Queen, cantándome desde la rockola su 'Who wants to live forever'Perfecto. Hoy parece que el tiempo, la música y el olor a tabaco y whisky se han puesto en mi contra para dedicarse a escribir tú nombre sobre mi piel mediante sinestesias y escalofríos. Olvidarte hoy, un día más, será imposible. 
Bravo. Parece que el escote andante (que viene a ser la camarera) me ha divisado, o será que le han llegado mis hondas de 'O me atiendes, o te regalo un sujetador' y viene hacia mi sacando el boli del delantal rosa palo para tomar nota, mientras yo sólo pido que deje de masticar de esa manera su sonante chicle, o vomitare mi mal humor y mi cruasán sobre ella y su tupé enlacado. 

Mujeres, y sus maravillas y las que no lo son tanto. Yo misma me puedo hacer una autocrítica perfecta: Estoy hasta los huevos de todo, siempre, y eso que no dispongo de ese par tan sobrevalorado. Mi mala hostia y sus arrebatos me caracterizan como la rubia callada e inalterable que muerde, porque de ladrar ya está cansada. Si me conocen me halagan demasiado, y a primera vista tienden a huir; y así me gusta, no quiero tener que echar a nadie. Luego, y si nos ponemos a detallar (no mucho) varias veces (y sobre todo una en particular que yo recuerdo a la perfección) me han jurado que huelo a mar. Supongo que no será otra caracterización que la que refleja mi inestabilidad temporal; no te fíes de mi calma, la tormenta no avisa. 

En fin, seguimos hablando de mujeres en su totalidad, y tomaremos como modelo ejemplar a la señora de redundantes pechos y tupé cardado a conciencia. '¿Pour qué?' Mourinho y yo haríamos un dúo perfecto al son de su balada, aunque en mi caso los de Unicef han sido demasiado generosos, y no hablo de la capacidad intelectual. Este ser de género femenino, que apunta a mi cuenta un cortado y me mira con desdén al haberse percatado de que su mozo de ojos verdes se dedica a calcular el RGB del color de mis medias, o quizá a medir en lenguas cuánto es que miden mis piernas. 
Incluida ya en este Triángulo de Bermudas, no sé si el cortado me llegará en taza o de la cafetera en cara, pero aún así me arriesgo y disimuladamente sigo divagando en mi butaca de cuero marrón sobre los celos, rencores y sus descendientes. ¿Qué culpa tendré yo, ante la mirada agresiva de esta señorita masticadora de chicle profesional, de que su guapote de barra me saboree más que a ese Jack doble al que le ha invitado ella? No sé, será el rimmel corrido, el carmín rojo o este vestido de lana.. ¿Un poco corto? Quizá. Pero de ahí a ser yo la culpable de que me miren... No jodan. No pretendo venir a seducir a nadie, y mucho menos a uno de estos tipos que gracias a haber descubierto las lentillas de colores del Ale-Hop se dedica a recorrer bares donde las pobres camareras pierdan las cuentas y las bragas invitándole a copas, con tal de que él las invite a camas. 


Al tema; después de los celos subimos y entramos, sin necesidad de tocar, al suburbio de los rencores. Como escuecen, ¿Eh? Malditas pequeñas punzadas en el alma y tics nerviosos en el ojo izquierdo. 'La mataba, menuda puta, qué cara de guarra.., esa sólo quiere mambo.. etc.' ¿Y podría seguir, sabéis? La infinidad de adjetivos que somos capaces de analizar y congregar las mujeres es realmente abismal, sobre todo si se trata de calificar (que no criticar, claro está) a esa piva que va de princesa y, aunque me gusten sus tacones, diré que es la más hortera del local. 
No es necesario indagar demasiado si se quiere conocer el porqué de ese odio recién nacido que dirige con su mirada la camarera hacia mi; simplemente es colarse un poco y analizar, mientras me tomo mi cortado, las posibles razones que puede tener una mujer con tales dotes para odiar tanto a una desconocida ausente, con el peor maquillaje de la historia y con el pelo bufado y rizado cual caniche por la humedad de la lluvia. Eso último lo detallo, porque, sinceramente; ahora mismo doy mucho asco. He entrado hace dos minutos al baño y he salido disimuladamente, como si no hubiese visto aquel espejo feo que reflejaba algo que seguro que no era yo (así me autotranquilizo, cosas de mujeres) El caso es que nos sentimos solas, pero solas de verdad. 


Las mujeres solitarias somos el animal más celoso, rencoroso y, desde luego, agresivo del mundo. Es toda ella como un 'Yo por mi Andreita MA-TO', ¿Sabéis? Pues todo así. Todo muy hardcore, aunque en realidad ni valga la pena. Nos mordemos hasta las uñas de los pies si nos toca esperar una llamada de aquel gilipollas que me prometió vernos a las 06:40 pm en la Rambla, pero que no apareció ni llamó ni a las siete, ni a las ocho,.. Ni ahora, que estoy empapada, secándome las lágrimas con una de estas mierdaservilletas de 'Gracias por su visita' y pensando en por qué habré sido tan sumamente estúpida de creerte una vez más. Me maldigo, porque sé que cuando vibre el Iphone sobre esa mugrosa mesa de madera, tu nombre y nuestra foto en el Retiro (día del cual tú ni te acordarás) se iluminará iluminando a su vez mi triste cara con una triste pero no fingida sonrisa; despertando, una vez más de tantas, la ilusión esperanzada de que esta vez me digas un 'Lo siento' y que la razón de peso por haberme dejado tirada no sea otra que 'No sabía como saludarte, si con dos besos o comiéndote esos rojos labios..'


...


Ya son las dos de la mañana del año próximo, y yo sigo aquí recordando lo empapado que llegaste a mi piso, tocando la puerta cual psicópata y amenazando con eso tan bonito de 'Si no me abres, tiraré la puerta abajo. Y me da igual que llames a la policía, porque mientras llega me dará tiempo a que me perdones, a desnudarte y a inventarnos la excusa perfecta para pensar que este día no ha sido más que una tormenta de otoño.' 


La vie. Y las mil maneras de reducir su amargura._