Amor a media jornada.




Llegar a la oficina como todas las mañanas; con dos cafés en mano para no perder la costumbre y empezar el largo día laboral con calor en el cuerpo. Aunque, siendo sincera, en mi caso no hacía falta la cafeína ni la leche para tal tarea. 

Cada mañana, recorro el metro subida a mis catorce centímetros porque, como ya sabéis, aparcar en el Centro resulta imposible, aún llevando esta minifalda que impresiona hasta a las abuelas que se cruzan conmigo, atareadas con sus abrigos y bufandas para protegerse de los -4º que azotan la ciudad. Yo me limito a sonreír y evitar hacer evidente el tiriteo que me recorre de pies a cabeza, sin saber yo si es por el frío o.. Bueno, es igual.

Estas serio. Y es comprensible si hablamos de que las últimas cuentas han salido salpicadas de rojos números, pero jamás lo habías sido conmigo. Desde siempre, nuestra relación laboral se ha basado en ser la secretaria y el jefe moreno, joven y guapo. Nunca hemos dejado que los problemas de la empresa arruínen nuestros buenos días.. Pero hoy todo parecía más fatal que la mancha de café con leche que tenía en la falda, provocada 'sin querer' por el portero. Maldito Jonh, nunca me ha gustado.

Suena el teléfono..

— Buenos días! Ha llamado a la oficina central de.. 
— Ya sé donde he llamado, que para eso es mi negocio. Pásame con Alex, rápido.

¿'Que para eso es mi negocio'? No lo entiendo, pero supongo que las secretarias no estamos para eso. Obedezco, y le paso la llamada.

Tras un cuarto de hora de conversación alterada, por fin sale de su despacho, se acerca.. Ya era hora de que me invitaras a 'reunirnos'..

— Buenos días, Anna. Cancela todas mis citas para hoy. Tengo un asunto que tratar.
— Pero..
— Nada de peros, Anna. Haz lo que te he dicho, y prepara dos cafés. Por favor. Voy a recibir una visita importante.
— Ahora mismo me pongo a ello, Jefe.
— Gracias.

Y se vuelve a encerrar en su maldito despacho. 
Desde luego, hoy no era día para llevar esta falda negra que tanto le gustaba; ni se ha percatado de que la llevo. Todo lo contrario al portero, que de nada han servido mis gritos de 'Jonh, cuidado con la puerta!' Maldito, él y su incapacidad de mirarme el trasero y sujetar la puerta a la vez. Hombres..

Después de hacer mil llamadas y escuchar los reproches de los socios, me hallo preparando mi maravilloso café, sin sospechar siquiera de quién puede ser aquella misteriosa que marcará su carmín en esta taza.

Suena el 'tlin' del ascensor, y de él salen haciendo un estruendo exagerado dos tacones de Prada que yo soñaba con comprarme desde hace.. Desde siempre. 
Metro ochenta de abrigo de visón y una cara muy maquillada y rellena de bótox se dirige altanera hacia mi humilde mesa. 

— Buenos días, muchacha. ¿Me espera?
¿'Muchacha'? Empezamos bien.
— Si, señora...
— Parker. Y señorita, por el momento.
— Perdone, Señorita Parker...

Y no me dió tiempo a acabar mi sutil
'déme un minuto', cuando salió él, sonriendo tal y como lo hacia todas las mañanas, menos esta.

— Bella como siempre, Sofia.
— No me vengas con esas, Alex. Tenemos que hablar.. Y tú— dirigiéndose a mi, como si de un perro se tratase—trae el café. Sin demoras.

Se encerraron en el despacho. Les llevé el café en unos minutos, por el cual no recibí ni un 'gracias'. Eso sí, pude notar que la tensión silenciosa que se creó con mi aparición tenía mi nombre tatuado.
Salí del despacho, y como en cualquier oficina que se precie, se había forjado ya la reunión de cotilleos típica de cuando todas las citas se cancelan y surge una visita.. Grandiosa.

— Anna, ¿Por qué esa cara? ¿A caso no sabes quién es?..

Laura. La siempre enterada recepcionista que evito cada tarde por el miedo a que me invite a tomarnos algo, y me cuente con quién se ha acostado medio edificio.

— Ni idea, solo sé que me gustan sus tacones.
Me mira, y entre risas me da la información que yo me temía.. 
— Es ella. Dueña de todo este edificio, de ti, y de mi. A parte de la prometida del Jefe.

Oh si. Aquí es donde me temía ver involucrada. 

Siempre supe que lo nuestro no pasaba más allá de los cimientos de este edificio. Bueno, sí. El hotel de en frente nos había alojado alguna que otra noche de 'trabajo urgente', pero siempre tuve claro que no iba a conocer más de él que sus dotes en la cama y su manera de sonreír.

Esto era el súmmum. Según la emocionada Laura, resulta que había sido secretario del jefe hace años, y amante de la mujer de éste. 
Su nuevo puesto se debía a la muerte del fundador de la empresa, y a esas dotes que antes he mencionado. Además, ese afán por el poder le dotaba de la suficiente ceguera y falta de tacto para poder complacer a esa 'señorita' de arrugados y rojos labios.

Estaba decepcionada, herida, engañada.. Y asqueada. Pero todas esas sensaciones se esfumaron al oír silenciarse de golpe las risitas de mis compañeros y ver aparecer a Alex por la puerta de su despacho.
Me encantaba su manera de pronunciar mi nombre, pero hoy todo había cambiado..

Entré, y él me invitó a tomar asiento en aquel cómodo sillón de cuero negro, pero me negué. No me sentía bien estando en aquel despacho, en el cual estaba acostumbrada a estar a solas con él.. Pero ahora eramos tres: Ella, él y yo. 

[...]

La conversación fue breve, pero intensa: Resulta que Laura, la simpática y habladora recepcionista, había levantado sospechas con un 'En este momento está ocupado, y su secretaria también. Ya me entiende..' cuando la señorita Parker había venido a investigar sobre nuestros papeleos nocturnos.

Os preguntaréis el final de toda esta telenovela, sencillo: Estoy en la calle Villalar, 4, tomándome mi Jack en mi bar favorito. Despedida, y supongo que vetada a trabajar como secretaria en la zona durante bastante tiempo. Pero, ¿Sabéis? Me río de todo esto; de su patética cara de cachorro, la rabia marcada en los gritos de la 'señorita' de los tacones que tanto quiero, y de mi misma. Al fin y al cabo, no eres la protagonista de una historia todos los días, y hoy ha sido el mio.