Respondiendo a las preguntas tontas de mis amigas, supongo que gracias a ellas me conozco un poco más...

— Oye, ¿Y tú por qué odias la Navidad?
— No es que la odie, pero sí odio que me hagan disfrazarme de princesa la noche que más me apetece ser Cenicienta; vestida con una camisa cualquiera, sin zapatos y en bragas.
También odio que me obliguen a quedarme viendo alguno de esos conciertos pregrabados donde los famosos sonríen de oreja a oreja y nos desean 'todo lo mejor en este día' habiendo grabado el programa en Octubre, ¿Me entiendes? ¿No crees que no hay mayor falsedad que la de desearnos una 'feliz Navidad' dos meses antes? Lo odio. Y odio que la gente de mi alrededor se lo trague.
También odio de igual manera estar en este sofá y que el sujetador me apriete, odio no estar con él y no sentir sus manos frías desabrochándome la cremallera del vestido. Odio estas medias sin carrera y el champagne en copa. Sí. Porque lo prefiero de la botella, o de su boca, o de su piel...
Odio todo lo que me impide hacer lo que deseo, y más odio que me deseen que se cumplan mis deseos el día en el que mi único deseo es no estar donde estoy. Así de raro es todo.
Odio los regalos no acertados, porque eso demuestra que la persona que te lo regala no tiene ni puta idea de cómo eres y qué te gusta. Odio las excusas, y más si son para sonreír. Odio los motivos de esta fiesta, pero no; no odio la Navidad. Odio lo que pasa cada noche del 24. Odio la monotonía.

— Ahora te entiendo.
— Qué bien que lo hagas...