Delirios de madrugada.



Noches de estas que te acurrucas en tu rincón favorito de la cama y ya no hay fuerza atmosférica, física ni mental que saque tus largas piernas de debajo de la manta... Bueno, miento; si el viento de su respiración se chocase contra mi nuca, sus frías manos apretasen mis hombros y su maldita voz jugase con mis sentidos creo que sí conseguiría sacarme de aquí, de mis casillas, y hasta quitarme las bragas...pero no. 
Demasiadas casualidades juntas y mucho pedir, y yo ya no soy tan necia. Así que dejadme con mi monotonía llena de tazas medio llenas de café frío, zapatos amarillos sobre escenarios sin iluminación y guiones a tutiplén sobre lo fantástico que sería follar sin que el corazón supiese a lubricante. Sobre lo maravillosa que sería la vida si las compresas fuesen de colores y pudiésemos combinarlas con nuestro estado anímico. Ay, la vie. Qué poco me sorprendería que ahora de repente me diese por cerrar a cal y canto todas esas puertas que me abriste con tu 'llave mágica'... Qué poco me conozco si pienso que lo podría hacer. 

En fin. Que son casi las 2:00 am y la puta de mi conciencia ha decidido darme la charla, apareciendo toda emperifollada en la esquina de mi cama. Balanceando el bolso como si en él trajese la solución a todos mis problemas...

Maldita mentirosa. Que me hace sentir culpable por haberte mirado a los ojos el día que debí romper todo lo que me ataba a ti.; que me quema la piel con recuerdos incandescentes mientras enciende uno de sus cigarros, dejando en mi boca el sabor de unos labios que hace ya meses que creí olvidados.

— ¡Me debes dinero! dice la tía. Pero lo que no sabe es que también le debo tres noches que me pasé pensando en ti y dos días más que vague por la ciudad buscando el valor suficiente para coger el tren y largarme a tu cama. 
No sabe nada, pero sí sospecha al ver como me desgasto esperando encontrar en cada rincón cualquier algo que me recuerde tu voz; el sonido de la cafetera, las gotas de lluvia cayendo sobre le tejado, las uñas felinas sobre parquet... Todo lo que me gusta suena a ti, y a esa voz tuya reclamando mi presencia al otro lado del teléfono, al otro lado del país,... Joder. Si es que me dueles y ya no sé ni cómo, ni cuándo, ni dónde. Simplemente apareces y desapareces como el parpadeo de un semáforo en amarillo; me dices que pase, que me ponga cómoda en ti, pero haciéndolo me arriesgo a que pase por delante una ráfaga de circunstancias que me dejen ahí, en el suelo; sin un corazón donde guardar mis mejores vestidos de gala.

Todo esto me pasa por ser masoquista, y por cultivar una conciencia de igual calibre; por mucho que le duela el pecho seguirá fumando. Al igual que yo, que por muchas veces que me rompan en la mismo sitio, en la misma fecha y en el mismo lugar seguiré pensando que ha sido una curiosa y rara coincidencia. Una más de tantas...

— No deberías ignorar a la única parte de ti misma que no te miente, ¿Sabes?hay que joderse... ¿Lo estáis viendo? Mi propia conciencia me está hablando de lo que debería o no hacer. Qué maravillosamente paradójico.. Pero lo peor de todo es que la jodida tiene razón; me paso la vida ignorando lo que siento y luego aparece alguien en mi vida y solo sé centrar mis cinco sentidos y medio en lo que ese alguien siente. Altruismo lo llaman, yo lo llamo ser gilipollas.

Drástica, bruta... Lo soy y tanto que hasta a veces pienso en por qué no invertiré ese tiempo de arrepentimiento a algo más útil; como masturbarme, o tocar el piano, o leer un libro, o yo qué sé... Pero centrarme en algo de provecho, aunque solo sea sucio placer de media hora. 


Nada; soy incapaz.

Y me pierdo entre mis sábanas, ahora arrepentidas conmigo y enredadas entre mis pensamientos que no dejan de invadir mi cuarto hasta que no cabe nada más que yo y mis dudas. Dudas de por qué me habré enamorado de los kilómetros,.. ¿Fue por sus manos? ¿Por su voz? ¿Por las historias que cuentan sus caminos? ¿Por que todos ellos llevan a Roma?... ¡Ni idea! 
¿Y de Madrid? ¡¿Qué coño se me perdió a mi en esa ciudad?! Entre sus barcos de rotonda y las pelanduscas que afrontan sus adoquines subidas sobre tacones.. ¿Qué se me olvidó ahí? A parte de sus ojos y mis ganas perdidas en el bolsillo de su pantalón. A parte de las sonrisas que me dejé en algún vagón del metro y los varios pasos que perdí entre coche y andén... 

¡No entiendo nada! ...y sé que vosotros tampoco.

Es como si cada obstáculo me acercase a eso. A ese de quien me intento alejar pero no puedo ni quiero. A ese que ahora duerme mientras yo llevo tres horas prometiéndome cerrar los ojos, el corazón y las piernas, evitando el deseo y la tentación de marcar tu número y escuchar todas y cada una de las ganas que tienes de verme...

Verme desnuda.

Verme entre tus brazos.

Verme dormir.

Olvidarme.

...Y volver a esperar una llamada para verme.



Siempre tarde, siempre a oscuras... No vaya a ser que se entere el corazón.