Cóctel de sinestésias.




Ya sé que puede sonar poco elegante, pero tras múltiples conversaciones indiscretas —muy indiscretas. Muy miau— he llegado a la conclusión de que ser sutil no me llena de satisfacción, ni me sacia estas ganas de.. tener las cosas claras.



Un día cualquiera. Puede que mañana, o más bien dentro de mucho tiempo nos encontremos, y yo cometa la locura de saludarte mientras tú disimulas como si no me conocieras.
Quizá sonrías, y te despidas con la excusa del trabajo; olvidándote de dejar tu número escrito sobre una de esas servilletas de 'Gracias por su visita'. O no. La verdad es que pienso que es más probable que, aún siendo yo la que dé el primer paso, serás tú quién me invite a tu bar favorito y pidas dos cortados;sin tener yo que decirte nada. Es curioso, porque la verdad es que lo último que imaginaba es que te acabaría encontrando, ya que dejé de buscarte en aquel preciso instante en el cual me dijiste que te ibas para siempre. Me callé, sonreí y te dije, mintiéndome a mi misma a su vez, eso de 'no importa, ya lo tenía aceptado'..
Pero las personas como yo jamás apaciguamos con las derrotas, y menos si se trata de deseos, antojos y vicios. No me gusta quedarme con las ganas puestas, y tú te fuiste dejándome con deseo de todo un poco bastante. Pero no importa. Ahora estás aquí, sonriendo como si no hubiese pasado todo este tiempo, y de alguna u otra manera que no sé cuál será, agradezco esta pausa que me ha dado tiempo a todo y para todos, dándome cuenta de que han sido unos pésimos actores intentando jugar ese papel protagonista que solían realizar tus manos..

El caso es que hoy, como antes, las conversaciones contigo eran, sin quererlo o queriéndolo tú, muy..interesantes. Tu mirada calaba tan dentro que mi sonrisa tímida no era más que una forma de ocultar las ganas de morderte ese labio inferior que despertaban cada vez que tu boca pronunciaba un '¿Qué te ocurre, tonta?' entre risas.
Era normal. Llevaba guardando este apetito de ti en mi caja de zapatos desde aquel siete de Marzoy aún no se había oxidado. No sé, quizá sea porque me dedicaba a pulir tu recuerdo cada cuatro de la mañana; hora punta para mis desvelos..

Mi amor por el café era evidente, pero más lo eran los celos que sentías por esa taza que enmarcaba el beso de mi rojo carmín al dar cada sorbo. Yo, por mi parte, no podía evitar querer ser ese cigarro que consumías; saboreándolo, dejando que te llene la boca con su sabor.. Tensión. Y en mi taza tan solo quedaba ese último sorbo que está demasiado dulce, pero a su vez demasiado intenso como para dejarlo ahí.. Le doy veinte vueltas a la idea y dos mil más a mi taza vacía, produciendo, con mis rojas uñas, ese ruido que tan nervioso te ponía. Silencio incómodo. Tú te acabas de una calada tu delicioso cigarro, y me empujas por un acantilado al rozar mi mano con tus dedos.. Vértigo. Y ya no sé con qué más palabras maldecirte por dentro, mientras mi mirada te delata todo lo que está faltando en este reencuentro que acabará, probablemente, con una despedida más que guardar en mi caja de recuerdos. 
Aún arriesgándome a eso, me decanté por inclinarme hacia ti y sorprenderme por el hecho de que mi carmín no se fundiese al pronunciar, susurrándote al oído, ese 'me apeteces', porque pude notar como aceleraba mi pulso y el daño que me hice al morderme el labio mientras te miraba a los ojos esperando cualquier respuesta. 
Tenía claro que no te dejarías guiar por mi alocada idea, siendo tú tan correcto siempre, pero algo en mi deseaba que me cogieras de la mano sin decir nada y cerraras ese pestillo a conciencia, dejándome entre esa mirada tuya y la pared..

Acabar con la falda hasta la espalda y con todos los sentidos centrados en tus manos. Así era difícil hablar de lo elegantes que eran los aseos de ese bar. 
Los espacios pequeños eran mis favoritos, y más cuando tenía a mi disposición una espalda de tal calibre, predispuesta para ser el lienzo perfecto sobre el cual escribir en Braille lo mucho que te había echado de menos.
Seguías oliendo igual de bien, y besabas mejor aún que aquella última vez que tuve el placer de despertar en tu cama. La sensación de volver a jugar con tus labios y pactar con tu lengua era justo lo que había venido deseando desde esos dos besos y el 'Hey, ¿Qué ha sido de ti?'No quería dejar de sentirte, pero soy lo suficiéntemente realista como para saber que el polvo que acabábamos de echar no era más que un intenso, sudoroso y húmedo 'ya te llamaré..'

Me gustó salir de ahí despeinada, y ver como el camarero que me había sonreído de manera sugerente al entrar se percataba (quizá por la ausencia del rojo de mis labios o las arrugas de la falda) de lo que había pasado en esos escasos minutos, porque realmente no me acuerdo cuánto estuvimos ahí; todo fue como un déjà vu del cual solo recuerdo la mezcla de sabores, olores y sentimientos.



Tan efímero como siempre_

En fín, no me hagáis mucho caso, pero sospecho que los más suculentos errores se cometen en lugares inapropiados, prohibidos y claustrofóbicos. Los mejores recuerdos parten de malas ideas y actos no planeados y la vida es mucho más apetitosa mezclando sabores y experiencias. Supongo,porque tampoco tengo muy claro lo que pasó esa tarde, en aquel pequeño bar de esquina; no sé cómo acabó su cigarrillo en mi taza de café, ni creo que importe, pero lo que sí tengo más que claro es el hecho de que la sutil elegancia es mejor dejarla de lado si de no perder se trata.