Cena de verdades

Él me tiene.
A veces tiene mi hombro; otras, mis piernas.
En ocasiones apresa mis manos y, también,
recuerdo su rudo peso sobre esta mi aguda espalda.
Mis-sus ojos le escuchan atentos.
Su-mi boca le besa callada.
Pero, ¡Qué triste y cierto!:
Aún mi corazón no le sirvió de nada.